Para definir como bueno un suelo para albergar el desarrollo de las plantas, debemos considerar una serie de características y clasificarlas según los requisitos de los diferentes cultivos. Las características principales son la textura, la estructura, el pH y la salinidad del suelo
La textura es la característica que diferencia unos suelos de otros según el contenido en partículas de mayor o menor tamaño.
Distinguimos: arcillas (partículas de menos de 0,002 mm), limos (entre 0,002 y 0,02 mm), arenas (entre 0,02 y 2 mm) y elementos gruesos como gravas o piedras de diámetros superiores a los 2 mm. Un porcentaje equilibrado de arcilla, limo y arena constituye un suelo ideal al que denominamos franco.
Un horticultor principiante no puede hacer un análisis tan detallado de su suelo. Así que, le tiene que bastar con saber que la mayor parte de los suelos son aptos para el cultivo y que, a veces, los suelos con exceso de elementos gruesos pueden dificultar el desarrollo de aquellos cultivos cuya parte comestible se desarrolla bajo tierra como las zanahorias o los rábanos por ejemplo, en cuyo caso es posible que podamos retirarlos con rastrillos o cribas.
Por otro lado, los suelos demasiado arcillosos suelen dar problemas de compactación y encharcamiento. En ese caso, podemos aportar al suelo arena de río lavada o materia orgánica que tarde mucho en descomponerse, como la turba, para mejorar el suelo. Si la tarea es muy dificultosa o el suelo es, a todas luces, muy poco apto para el cultivo, siempre podemos aportar una capa suficiente de tierra de procedencia externa, a ser posible, de unos 30 cm.
La estructura es la forma en que se agregan las partículas que componen el suelo entre sí y de la distribución de la materia sólida, el agua y el aire que lo componen. Un suelo de buena estructura es aquel que mantiene una estabilidad en esta distribución y permite mantener a lo largo del ciclo de cultivo sus características físicas.
Para mantener en buen estado la estructura del suelo y mejorarla, además de mantener un buen nivel de materia orgánica con aportes de abonos orgánicos, es importante, por ejemplo, no realizar prácticas de laboreo en condiciones de exceso de agua, ya que podemos provocar una compactación que la dañe.
La acidez o alcalinidad del suelo de nuestro huerto viene indicada por su pH. El suelo es ácido por debajo de pH 7 y básico o alcalino si es superior. Podemos saber el pH de nuestro suelo a partir de la medición del líquido resultante de la mezcla de agua destilada y tierra o substrato de nuestro huerto. Una manera fácil de medirla es con el denominado papel tornasol cuya escala de colores nos indica el pH de la solución en la que introducimos esta tira de papel.
En general, las hortalizas se desarrollan mejor en suelos ligeramente ácidos, ya que facilitan la disponibilidad de nutrientes para las plantas. En cualquier caso, se defienden también muy bien en suelos ligeramente básicos. El pH del suelo es una característica difícil de modificar, aunque podemos encontrar en el mercado productos para acidificar pensados para ciertas plantas ornamentales acidófilas y, en caso contrario, enmiendas calizas.
Uno de los efectos adversos de un suelo alcalino es el bloqueo del hierro en el suelo y la consecuente aparición de deficiencias de este mineral en las plantas. Se manifiesta con un amarilleamiento de las hojas más jóvenes en las zonas internervales. Esta afección se suele solucionar con aportes de hierro en forma de quelato. El quelatado es un proceso natural en el que la molécula mineral de hierro queda protegida y accesible a las raíces de las plantas.
Esta característica es un factor limitante cuando los niveles altos de salinidad en el suelo hacen inviable el desarrollo de las plantas. El nivel de salinidad del suelo se cuantifica conociendo la conductividad eléctrica (CE) de extracto saturado del suelo. El valor de la salinidad es óptimo por debajo de 2 mmhos/cm y empieza a dar problemas por encima de valores de 4 mmhos/cm.
Estos parámetros son difíciles de valorar sin la maquinaria adecuada, pero podemos observar un efecto clásico de salinización del suelo en la falta de turgencia de las hojas, a pesar de que el suelo esté húmedo, como si le faltase agua. Este efecto se produce muchas veces cuando nos excedemos en los aportes de fertilizantes, que no debemos olvidar que no dejan de ser sales.
La solución a un suelo salino son aportes abundantes de agua que arrastren las sales a niveles inferiores del subsuelo donde las raíces de las plantas no se vean afectadas.
Definiremos hidroponía como el cultivo de plantas fuera del suelo convencional. Se trata de recrear la naturaleza en un entorno más reducido, como coger un trozo de vida natural sacarlo de su entorno y mantenerlo en buenas condiciones. No es nada extraño en nuestra cultura, ya que todos hemos tenido o hemos visto macetas en nuestros patios o balcones. Eso también es hidroponía.
Un huerto hidropónico es una alternativa a un huerto tradicional cuando no tenemos posibilidades de tener una superficie de terreno adecuada para ello. De esta manera, nuestras terrazas y balcones, o incluso una pared, pueden convertirse en un productivo huerto.
El cultivo fuera suelo es más delicado que el huerto tradicional y necesita un poco más de atención. La tierra tiene un efecto tampón para los excesos o defectos (de riego, de fertilización) que el reducido volumen de substrato del que disponen las plantas en hidroponía no disfrutan. Para trabajar sin tanto esfuerzo este tipo de cultivo estableceremos tres reglas muy importantes:
- 1.- Un buen substrato
- 2.- Atención máxima al riego
- 3.- Abonado frecuente
El suelo en un huerto hidropónico tiene dos componentes básicos como base de cultivo. Un continente o recipiente que podrá ser una maceta, un saco de cultivo o una mesa de cultivo y el substrato que contendrá.
Plantación de pimiento en cultivo hidropónico en maceta
Plantación de tomate en cultivo hidropónico en maceta
El continente en cultivo hidropónico es aquello con capacidad para albergar al contenido (el sustrato). Puede ser casi cualquier cosa, desde una cáscara de huevo a una bañera vieja, los hay más o menos estéticos pero en nuestro caso nos vamos a ocupar de aquellos que nos resultan más funcionales.
El continente más tradicional no puede ser otro que las clásicas macetas. En el mercado podemos encontrarlas de muy diversos materiales y formas. Pueden ser cilíndricas, acampanadas, cuadradas o las rectangulares jardineras. En general, todos los formatos son válidos para el cultivo, aunque hay que tener en cuenta unas premisas antes de adquirirlas.
1.- Mientras más grande mejor. La capacidad de la maceta nos dictaminará la cantidad de agua y nutrientes que va a tener a su disposición la planta. Mientras más substrato quepa en la maceta, más cantidad de agua podrá retener y, por tanto, menos frecuentemente tendremos que regar. En cualquier caso, hay que llegar a un compromiso entre el volumen de la maceta y el espacio disponible. 2.- El peso de la maceta. En general, las macetas de materiales plásticos pesan menos que las de barro o cemento. Si tenemos intención de moverlas para limpiar la terraza, por ejemplo, es una cuestión a tener en cuenta.
En Plantelia disponemos de un catálogo extenso de macetas y jardineras a disposición de nuestros clientes.
La mesa de cultivo no deja de ser una maceta grande con patas. Son muy prácticas y están disponibles en tantas medidas que difícilmente no encontraremos una que se adapte a nuestras necesidades, incluso de colores muy divertidos y bajitas para niños. Ideales para balcones y terrazas, permiten un acceso fácil a la horticultura ya que ponen el área de cultivo a una altura ideal para el trabajo. Valoramos sus características en cuanto a capacidad y peso de forma similar a las macetas.
Los sacos de cultivo consisten en bolsas de plástico rellenas de substrato y listas para usar como base de cultivo. Su aspecto es similar a una almohada alargada y permiten cultivar cualquier planta en cualquier superficie con poco coste. Para iniciar la plantación hay que practicar orificios en la parte superior donde plantaremos y unos cortes en la inferior para permitir el drenaje del agua. Como inconveniente principal está el hecho de que tienen un uso limitado en el tiempo (dos o tres años) y que por su poca cantidad de substrato nos obliga a riegos abonados muy frecuentes si queremos obtener buenas producciones.
Actualmente existen materiales que nos permiten aprovechar una pared y convertirla en un huerto, son los llamados huertos verticales. Consisten en recipientes que se apoyan o se cuelgan directamente en la pared y permiten el cultivo en ellos. Más allá del componente estético y decorativo, son útiles cuando disponemos de muy poco espacio y lo queremos aprovechar al máximo.
Es, sin duda, la parte más importante del cultivo fuera suelo y a la que, en ocasiones, prestamos menos atención. Un buen sustrato es la base del éxito del cultivo hidropónico.
NO TODOS LOS SUSTRATOS ENSACADOS SON VÁLIDOS PARA CULTIVO FUERA SUELO.
En el mercado existen sustratos envasados de diversos precios y la tendencia a creer que cualquier sustrato es bueno. Las características del sustrato como la porosidad y capacidad de retención de agua son importantes, pero lo más importante es la estabilidad. Un sustrato que, en el momento de comprarlo, reúne unas condiciones no puede haber cambiado esas condiciones a los pocos meses de uso. Esto es frecuente en los sustratos con alto contenido en compost. El compost es una mezcla de materia orgánica en descomposición. Así pues, es fácil comprender el hecho de que esa descomposición sigue evolucionando cuando se utiliza como sustrato en hidroponía. El resultado es que con el paso del tiempo las características físicas y químicas del sustrato cambian y las compactaciones, la falta de porosidad y aireación del sustrato pueden producir fácilmente enfermedades de raíz y crecimientos limitados. Los compost son muy útiles como aporte de materia orgánica en suelos convencionales, pero, al ser baratos, en muchas ocasiones se utilizan como parte principal de sustratos y no deberían usarse en hidroponía.
Un buen sustrato debe reunir una serie de características que lo hagan apropiado para el cultivo. Cabe destacar, como se ha citado anteriormente, la estabilidad física; es decir, básicamente que no se apelmace con demasiada rapidez. Debe tener una buena aireación, y su pH óptimo debe situarse entre 5,5 y 6,5. Otra característica muy importante es la esterilidad del sustrato, que tiene que estar libre de patógenos que puedan afectar a nuestras plantas y de semillas de malas hierbas.
Los sustratos están formados generalmente por una mezcla de diferentes materiales. En función del porcentaje de esos materiales su calidad será mejor o peor. Normalmente contienen
Turba:
Es el material que mejor encaja como base para cualquier sustrato por sus grandes cualidades. Es muy estable, ya que no se degrada con facilidad, y tiene una gran capacidad de retención de agua y de intercambio de nutrientes con la planta. Compost:
El problema de los compost es que difícilmente conocemos su origen. Por ejemplo, si el compost es de origen forestal y está compuesto básicamente por corteza de pino triturada, es un componente bueno para un sustrato, ya que mejora su aireación y no se degrada con facilidad. Pero si el compost debe su origen a restos de poda, basuras orgánicas o lodos de depuradora, es fácil determinar su comportamiento a corto plazo, se degradará con rapidez y se apelmazará, por lo que no es un buen integrante de un buen sustrato.
Arena:
En muchas ocasiones los sustratos contienen arena, que facilita la aireación y no se degrada. También proporciona peso al sustrato, que en ocasiones es importante si tenemos problemas con el aire en las macetas. Es importante que sea arena de río lavada para que no aporte problemas de salinidad al sustrato.
Otros materiales:
Su objetivo es aumentar la aireación del sustrato y su capacidad de retener agua y nutrientes. Los hay sintéticos como la perlita, la vermiculita o la lana de roca, y de origen natural como la fibra de coco. Pueden estar en mayor o menor grado integradas en un sustrato para darle una característica determinada.
Plantelia comercializa el catálogo de la empresa de sustratos Floragard, que dispone de un amplio abanico de productos ideales para el cultivo. Entre ellos cabe destacar el Sustrato universal Blumenerde y los sustratos de la línea BioErde para cultivo ecológico. También dispone de sustratos de pH ácido para tipos de plantas especiales como el Rhodohum.
Cuando tenemos macetas o jardineras grandes en las que el volumen de tierra es importante, en ocasiones los agujeros de drenaje de agua de la maceta se bloquean, cosa que provoca el encharcamiento del sustrato. Cuando la superficie de agujeros de drenaje no es suficiente o cuando la base de la maceta es plana y está solapada al suelo, poco a poco se forma un tapón. Para evitar este efecto que puede provocar la muerte de nuestras plantas se puede poner en el fondo de la maceta, antes de colocar el sustrato de cultivo, algunos elementos gruesos como gravas o arcillas expandidas que aumentan la capacidad de drenaje. Además, estas arcillas expandidas también sirven como acolchado para las macetas si lo ponemos en la superficie tapando el sustrato.
Turbera