En la mayor parte de los huertos va a ser necesario regar para que las plantas se desarrollen de forma óptima. En una situación ideal, llovería cada vez que las plantas necesitasen un aporte de agua, pero como es bien sabido, nunca llueve a gusto de todos; por tanto, preparémonos para saber regar nuestras plantas. Lo que necesitamos saber acerca del riego se engloba en tres preguntas básicas: ¿Cómo regar?, ¿Cuándo regar? y ¿Cuánto regar?
La forma en que vamos a decidir regar modificará el estilo de nuestro huerto y decidirá algunas de las labores previas a la plantación.
La forma más tradicional de riego es el conocido como riego a manta, donde un riego por desbordamiento inunda una zona acotada, por ejemplo un cuadro de cultivo plantado de zanahorias. Un poco más sofisticado es el riego por surcos, donde lo que se inunda es el surco que practicamos a lo largo de una línea de plantas. Hay que procurar que los surcos y los cuadros de cultivo no tengan pendiente, ya que regaremos de forma ineficaz una parte del cultivo. Estos riegos se consideran efectivos en lugares donde el agua se encuentra de forma abundante y barata. Para regar a surcos, uno de los dibujos tradicionales es el de hacer el marco de plantación en rectángulos disponiendo plantas dos a dos una frente a otra y regar por el valle que deja el centro del marco de plantación. Por ejemplo, en tomate, un marco de plantación habitual es 40x40 cm.
El riego por aspersión consiste en suministrar agua a las plantas en forma de lluvia. Se consigue haciendo pasar agua a presión a través de aparatos denominados aspersores o difusores de agua que tienen un radio de acción establecido. O de forma más sencilla con una regadera. En general son sencillos de instalar y, si se distribuyen bien los aspersores, el riego resulta muy uniforme. Como inconveniente cabe destacar que en huertos con plantaciones entutoradas no resultan nada prácticos, ya que los propios cultivos hacen de pantalla a la distribución del agua. Además, en caso de riegos frecuentes se propicia la aparición de enfermedades producidas por hongos debido a la constante humedad en las hojas. También cabe la posibilidad de tener problemas de distribución y pérdidas de agua por deriva a causa del viento. Son sistemas útiles en ciertos tipos de huertos donde la forma de cultivo se ve favorecida por este sistema de riego, como las espinacas o las zanahorias en cuadros de cultivo.
Conocidos como riegos gota a gota, los riegos localizados consisten en conducir el agua a través de una manguera con emisores a lo largo de una línea de cultivo para conseguir la humedad necesaria en el entorno útil de la planta. Los emisores pueden ser diversos y debemos instalar los que se adapten a nuestras necesidades:
De diversos tipos y caudales, permiten regar gota a gota (entre 4 y 16 l/h). Normalmente, los goteros se pinchan en la manguera que distribuye el agua al gusto del horticultor, por lo que resultan prácticos en riegos de plantaciones con marcos de plantación generosos donde no haya que regar una línea constante y sí una zona localizada, por ejemplo en árboles frutales. Los goteros de más calidad contienen una lámina plástica que compensa las sobrepresiones, permitiendo que el primer y último gotero de una alineación (goteros autocompensantes) rieguen con el mismo caudal de agua.
Son mangueras con goteros incorporados que permiten el riego de forma lineal y constante a lo largo de su distribución. Su instalación es sencilla y al estar los goteros incorporados (no externos) permite recoger dichas mangueras con facilidad cuando se ha acabado el cultivo para reutilizarlas posteriormente. Si los goteros están suficientemente juntos (entre 15 y 30 cm) permite hacer una línea de riego cuando se utiliza el tiempo suficiente. El efecto es que el bulbo de riego de un goteo se solapa con el siguiente, consiguiendo así un riego lineal uniforme. De esta manera, no pasa nada si, en el momento del trasplante, la planta no coincide con el gotero. Es más, así podremos con un mismo tipo de manguera establecer diferentes marcos de plantación.
Se trata de una manguera porosa que va repartiendo el agua a lo largo de su trayectoria. Es útil para tiradas cortas, ya que al tratarse de microorificios riega menos a medida que la manguera pierde presión en su recorrido. También hay que vigilar en zonas con aguas duras pues los orificios se obturan fácilmente por las precipitaciones calcáreas.
Las ventajas del riego localizado son diversas:
- Una gran economía de agua, ya que las pérdidas por evaporación y deriva son mínimas.
- Permite instalaciones sencillas en huertos con inclinaciones que dificultarían otros tipos de riego y nos permite además hacer un huerto en plano, sin surcos.
- Nos permite realizar aportes de fertilizantes junto al agua de riego, lo que se conoce como fertirrigación.
- Reduce la aparición de malas hierbas al reducir la superficie húmeda del huerto.
- Este sistema de riego nos permite hacer uso de automatismos de riego con los que establecer una rutina de riego. Los controladores de riego son tremendamente útiles, nos ahorran trabajo y consiguen que las plantas estén regadas sin necesidad de que nosotros estemos en el huerto, como cuando por ejemplo nos vamos de vacaciones o no podemos cuidar de nuestro huerto entre semana.
Como inconvenientes cabe destacar:
- Una mayor inversión inicial.
- Es conveniente hacer uso de un filtrado previo a la entrada de agua en las mangueras.
- En zonas de aguas duras con altos niveles de bicarbonatos son frecuentes las obturaciones, por lo que, de vez en cuando, deberemos cambiar los goteros o las mangueras o proceder a su limpieza con algún tipo de ácido doméstico que esté a nuestra disposición.
La forma más sencilla de regar cuando nuestro huerto se cultiva en macetas o mesas de cultivo es regar por inundación usando una manguera o una regadera. Si queremos que nuestro huerto sea más eficiente en riego y nuestras plantas estén mejor cuidadas resulta más práctico establecer un riego localizado mediante goteros. Cuando hacemos servir sacos de cultivo es indispensable. Especialmente pensados para el cultivo hidropónico, existen unos goteros llamados lancetas de riego que nos permiten enlazar el gotero a un pincho que se clava en la maceta o saco de cultivo y que permite que la gota de agua no caiga fuera del recipiente. Estos goteros de lanceta se pinchan a lo largo de una manguera que se distribuye por la zona de cultivo. En el caso de las mesas de cultivo también se puede optar por un tipo de manguera con goteros incorporados que se distribuyen alineadas a las plantas sobre el substrato de la mesa. El riego localizado nos permite automatizar la frecuencia de riego con los controladores de riego, cuestión muy importante cuando trabajamos con volúmenes de tierra pequeños, ya que para satisfacer los requerimientos de nuestras plantas necesitaremos regar con mucha frecuencia y establecer una rutina de riego, en ocasiones, de varias veces en un día. Los controladores de riego son tremendamente útiles, nos ahorran trabajo y consiguen que las plantas estén regadas sin necesidad de que nosotros estemos en el huerto, como cuando por ejemplo nos vamos de vacaciones o no podemos cuidar de nuestro huerto entre semana. Además nos permite realizar aportes de fertilizantes junto al agua de riego, lo que se conoce como fertirrigación. Como inconvenientes cabe destacar un coste económico mayor, y que en zonas de aguas duras con altos niveles de bicarbonatos son frecuentes las obturaciones, por lo que debemos cambiar los goteros o proceder a su limpieza con algún tipo de ácido doméstico que esté a nuestra disposición.
Quizás sea una de las preguntas que más nos preocupa cuando nos iniciamos en el mundo de la horticultura. Tiene una respuesta fácil: cuando haga falta. No existe una regla fija por la que podamos guiarnos a la hora de decidir cuándo regar nuestro huerto. No podemos establecer una pauta de riego invariable porque cada planta tiene sus necesidades, y dentro de cada planta, según sea su estado de crecimiento necesitará más o menos agua. Además también depende de la meteorología, ya que si llueve lo suficiente ya no hará falta regar, y si la insolación es severa deberemos aumentar la frecuencia de riego. El tipo de suelo o substrato de cultivo también condiciona la frecuencia de riego, ya que unos suelos tienen mayor capacidad de retener agua que otros, por lo que el agua fácilmente asimilable por el cultivo le durará más o menos. Nuestro objetivo será saber encontrar el momento de riego en el que nuestro cultivo no se vea afectado en su rendimiento, ni por defecto (sequía), ni por exceso (encharcamientos). Se pueden establecer unas pautas sencillas para regar:
- Las plantas necesitan más agua a medida que van desarrollándose. Por tanto, al inicio de su crecimiento necesitarán riegos menos frecuentes que en pleno desarrollo.
- En función de la época del año y a medida que va avanzando el año natural recibimos más horas de insolación y más intensas, y posteriormente decrecerá. Así que, en verano tendremos que regar más frecuentemente que en invierno.
- La meteorología influye también en la frecuencia de riego. No sólo si llueve, también si los días son nublados o las temperaturas son más bajas tendremos que disminuir la frecuencia de riego
Conociendo la época del año, la meteorología de los últimos días y el momento de crecimiento de las plantas deberemos establecer una pauta de riego. Además la observación del terreno también nos da pistas, tocando la tierra o el substrato somos capaces de determinar su nivel de humedad. El color del suelo también nos da información; cuanto más oscuro, tanto más húmedo, cuando el color del suelo sea más tenue será un indicativo de falta de humedad y deberemos regar. La experiencia también nos aporta unas reglas que nos pueden servir de guía. Por ejemplo, en pleno verano, de máxima frecuencia de riego, en un huerto con una plantación de tomates en surcos con riego por inundación y en plena producción, difícilmente podremos alargar la frecuencia de riego más allá de dos o tres días sin que afecte al rendimiento. Esa misma planta de tomate en el mismo estado pero con riego localizado debería regarse como mínimo una vez al día. En un cultivo hidropónico donde el recipiente de cultivo sea de por lo menos un tercio del volumen que ocupa la tomatera deberá regarse igualmente por lo menos una vez al día, y si el recipiente de cultivo es sensiblemente menor, como el caso de un saco de cultivo o una maceta pequeña, es posible que necesite regarse cinco o más veces al día. Cuando las plantas se cultivan en un volumen de tierra pequeño, el agua fácilmente disponible es poca, por lo que deberemos renovarla a menudo. Es como cuando bebemos en vasos pequeños, para saciar nuestra sed necesitamos llenar muchas veces el vaso. La alta frecuencia de riego en cultivo hidropónico hace muy recomendable la instalación de automatismos (controladores de riego) que nos permitirán concretar el número y la duración de los riegos, y que nosotros deberemos ir reprogramando a medida que las condiciones del cultivo cambien. También son muy recomendables en el cultivo tradicional. Principalmente, porque nos ahorran trabajo, pero también porque es beneficioso para el rendimiento del cultivo, ya que, si aumentamos la frecuencia de riego y lo programamos para las horas de mayor insolación, aumentaremos el periodo de tiempo en que la planta se encuentra en un estado hídrico óptimo. Además, permiten que las plantas estén regadas sin necesidad de que nosotros estemos en el huerto, como cuando por ejemplo nos vamos de vacaciones o no podemos cuidarlo entre semana.
Una vez hemos decidido la frecuencia de riego queda por saber qué cantidad de agua debemos utilizar. Esta pregunta dependerá en gran medida del tipo de suelo o substrato que tengamos y del sistema de riego que utilicemos. En los riegos por inundación, donde buscamos que el suelo absorba la máxima cantidad de agua posible, regaremos hasta que el surco llegue a su borde y dejaremos después que el agua se vaya filtrando. En el caso de los riegos localizados, la duración dependerá del caudal y la presión a la que trabajen los goteros. Para mangueras de goteo se considera un buen riego cuando un bulbo de riego se ha solapado con el siguiente y se ha conseguido una línea húmeda sin intervalos de tierra seca. En riegos hidropónicos, la duración del riego no debería superar el punto en que el agua empieza a salir por los agujeros de drenaje de las macetas, los sacos o las mesas de cultivo. Si optamos por la aspersión deberemos comprobar que la infiltración de agua haya llevado la humedad hasta los primeros 15 cm de suelo, como mínimo. Todos estos casos prácticos deberán unirse a la experiencia propia, y no se debe olvidar que la frecuencia y el volumen de agua de riego están relacionados entre sí de forma directa. A menos cantidad de agua, mayor frecuencia de riego. Si hemos de escoger entre las dos, es mejor aumentar la frecuencia, para evitar que las plantas pasen de un punto próximo al estrés hídrico a la inundación en un corto periodo de tiempo. Mientras más tiempo esté la planta en un estado con agua fácilmente asequible, mejor rendimiento obtendremos de ella.
Los vegetales consumen minerales para desarrollarse, absorben elementos simples de su entorno y los convierten en materia orgánica. En la naturaleza, los vegetales encuentran estos minerales en su medio de crecimiento y en un hábitat estable, como por ejemplo un bosque. Cuando un mineral es absorbido por un vegetal se convierte en materia orgánica. En el momento que esta materia orgánica ha cumplido su función (hoja) cae al suelo y se descompone hasta volver a ser mineral y ya está a disposición de volver a ser captado por otro vegetal y vuelta a empezar. En un huerto rompemos este ciclo en el momento en que recogemos las producciones y no las volvemos a incorporar al suelo. Por lo tanto, debemos aportar nosotros los minerales que el suelo necesita. Es lo que denominamos fertilización y nos permitirá sostener las producciones de nuestro huerto sin que se agote el suelo. Podemos aportar estos minerales de forma directa, con fertilizantes compuestos principalmente de nitrógeno, fósforo y potasio o los podemos aportar de forma orgánica haciendo uso de fertilizantes biológicos (estiércoles) para que se descompongan en el suelo y liberen los minerales de los que se alimentan las plantas. Los aportes de fertilizantes orgánicos, además de abonar, ayudan a mantener el porcentaje de materia orgánica en el suelo convencional, que debería estar entre el 2 y el 4 % del total, y que mejora la estructura del suelo, cosa que beneficia el desarrollo de los cultivos.
En un huerto ecológico sólo está permitido hacer uso de fertilizantes orgánicos. Lo habitual es hacer un abonado previo a la plantación cuando se hace el laboreo y preparación del terreno en lo que se denomina el abonado de fondo. Este abonado de fondo se hace con estiércol. Lo ideal es hacer uso de un estiércol envasado y tratado para eliminar las semillas de malas hierbas. De esta manera, evitaremos problemas de posibles fermentaciones en el suelo y sobre todo de invertir tiempo en eliminar malas hierbas. Las recomendaciones de abonado varían según la composición del estiércol. Plantelia comercializa el producto Agrimartín Fe biológico que recomienda abonados de 25 a 50 kg por 100 metros cuadrados. En cuanto al substrato de cultivo ecológico hidropónico, se pueden incorporar de 2 a 3 kg por metro cúbico de volumen de substrato (un metro cúbico son mil litros).
También disponemos de abonos orgánicos a base de humus de lombriz en envases más pequeños. Es recomendable no utilizar estiércoles de reacción básica como la gallinaza en suelos con tendencia a tener problemas de clorosis férrica. Actualmente, también existen diversos tipos de ácidos húmicos y aminoácidos de origen natural con capacidad para fertilizar, que se usan como abono de cobertera o refuerzo a lo largo del cultivo, ya sea aplicándolo directamente en los surcos al regar por inundación o incorporándolos al agua de riego por fertirrigación a través de los sistemas de riego localizado. Estos productos son interesantes en cultivos exigentes en nutrientes y de largo recorrido en nuestro huerto, como por ejemplo los tomates, que van a estar produciendo frutos durante dos, tres o más meses y que únicamente con un abonado de fondo se quedan cortos.
En un huerto lo habitual es hacer un abonado previo a la plantación cuando se hace el laboreo y preparación del terreno en lo que se denomina el abonado de fondo. Este abonado de fondo se hace puede hacer con estiércol o con abonos minerales. Posteriormente y durante el cultivo se pueden ir haciendo aportes de abonos minerales. Si se utiliza estiércol, lo ideal es hacer uso de un estiércol envasado y tratado para eliminar las semillas de malas hierbas. De esta manera, evitaremos posibles fermentaciones en el suelo y, sobre todo, tener que invertir tiempo en eliminar malas hierbas. Las recomendaciones de abonado varían según la composición del estiércol. Plantelia comercializa el producto Agrimartín Fe biológico que recomienda abonados de 25 a 50 kg por 100 metros cuadrados. También disponemos de abonos orgánicos a base de humus de lombriz en envases más pequeños. Para renovar el substrato en cultivo hidropónico se pueden incorporar de 2 a 3 kg por metro cúbico de volumen de substrato (un metro cúbico son mil litros). En caso de que se inicie un cultivo con substrato nuevo es de suponer que ya viene abonado, pero de forma suave, por lo que no va mal incorporar un poco más. Es recomendable no utilizar estiércoles de reacción básica como la gallinaza en suelos con tendencia a tener problemas de clorosis férrica. En el caso de utilizar abonos minerales, lo más práctico es hacer uso de los denominados abonos complejos con porcentajes variables de nitrógeno, fósforo y potasio en lo que se conoce como equilibrio NPK. Estos fertilizantes tienen un equilibrio entre ellos y la predominancia de uno sobre los otros nos indica para qué nos pueden resultar útiles. Si el porcentaje de nitrógeno es mayor (20-10-10), será un abono útil para hacer crecer esos cultivos interesantes por sus tallos y hojas como las lechugas o las espinacas. Si el porcentaje está equilibrado (15-15-15), utilizaremos el abono en aquellos cultivos interesantes por sus raíces o tubérculos como zanahorias o patatas, o en los cultivos de invierno como coliflores, aunque también es válido para los cultivos aprovechables por sus hojas. En porcentajes desplazados hacia el potasio (12-10-20), utilizaremos el abono para aquellos cultivos interesantes por sus frutos, como los tomates o los melones. Las recomendaciones de abonado son variables y dependen de las exigencias de los cultivos. Recomendamos aportaciones pequeñas y fraccionadas durante todo el periodo de cultivo del orden de 1 kg por 100 m2. El doble en el caso de abonados de fondo. En el caso de hacer servir abonos solubles para fertirrigación se deberán usar las recomendaciones anteriores en función del tipo de cultivo y disolver los abonos en una solución de unos 100 g por mil litros de agua de un abono de equilibrio por ejemplo 20-20-20.